miércoles, 4 de mayo de 2016

Veinte pesos café (Segunda parte)

Veinte pesos café (Primera parte)

Se despertó asustada sin saber por que. Tal vez era la sensación de una cama distinta a la suya. El olor de una habitación que no era propio. Se pregunto quien era. Quien soy?...no hubo respuesta. Esa mañana todo era distinto, ella misma no se sentía igual, por lo que no pudo responderse la pregunta. Era un sábado extraño de otoño. Parecía que el cielo se caería en cualquier momento. Ella quería correr a un lugar seguro antes que le cayera el cielo encima.

Entré al cafe de la esquina a media mañana. No tenía mucho dinero en la cartera pero haría lo que fuera por un café. No, no me iba a prostituir, voy a gastar los últimos veinte pesos. Veinte pesos café. Me senté en una mesa cualquiera con mis manos sosteniendo ese café, mi café, como si fuera el ultimo cafe de mi vida. Arrastre la silla y me senté, cerré los ojos y sentí el liquido negro traspasando mi garganta llenando mi cuerpo de cafeína y así fue como desperté.

Lo había notado, sabia que estaba ahí y no supe como evadirlo. Era como si el café se hubiese detenido a mirarme.
El liquido tomo fuerza y se convirtió en grandes círculos negros. Debo admitir, eran unos ojos sensualmente cafés.

Se acercó a la mesa y me preguntó si se podía sentar, no suelo mantener conversaciones con extraños pero esta era una excepción. -Si así lo deseas, respondí. Mi actitud había cambiado. Me empece a sentir mas femenina, será el efecto del café? Nos mantuvimos sin decir palabra alrededor de diez minutos pero nuestras miradas seguían fijas como una cafetera en proceso de ebullición. Interrumpió el hermoso silencio preguntando mi edad. Veintidós. Silencio. Se paro de la mesa y se fue. No había entendido que había pasado. Mire el reloj y ya eran pasadas las doce, el trabajo, mis compañeros y sus miradas reprochándome para burlarse a mis espaldas. Tenia que correr, me había olvidado que el tren me esperaba.
 Me pare de la mesa queriendo buscarlo pero no podía perder mas tiempo.
Llegue a la puerta de madera que debía abrir, al instante de hacerlo sentí un toque en la espalda y al voltearme estaba ahí, sosteniendo dos vasos de carton en sus tamaños mas grandes.
 -Aun no ha tomado tu cafe.
 Volvimos a la mesa anterior.
 -Que edad tienes? Pregunté.
Treinta y dos.
Silencio.
Diez años luz.

Este café era distinto no solo por el dulzor que contenía sino por lo que me pasaba en el curepo con cada sorbo.


6/7/2014

Veinte pesos café (Segunda parte)

Ya estábamos en Domingo, tres de la tarde en otoño. Un hombre en una mecedora y ella, ella que seguía tirada en aquella cama. El pelo rubio pero un rubio triste desparramado en la almohada blanca, las manos sueltas que se perdían entre las sabanas ¿Y su mirada? No estaba en ninguna parte, parecía que examinaba el armario de madera pero no era mas que una apariencia. Su mirada estaba sumergida en ella misma, representaba un océano en el que parecía llover pero no llovía y las olas parecían discutir con los relámpagos que anunciaban una catástrofe natural.
 Seguía sin entender que hacía allí ¿Y como podía saberlo? Era solo un café, un café interrumpido por la lluvia, un café que interrumpió sus verdaderas necesidades que de necesidades no tenían nada y no eran mas que acciones que harían que el día se fuera mas rápido, que el sol cayera antes de tiempo y se aproximara la hora de dormir sola como cada día. Sin embargo, por aquel hombre no las había cumplido y ella no quería que el sol se fuera a dormir esa noche, por no decir todos los días.
Fue por un café y solo tenía veinte pesos ¿No era eso una señal bastante clara? Aquellos ojos color melaza color café, unos ojos que ahora están sobre ella siendo balanceados sobre una mecedora y que la observan como esperando una respuesta, la misma respuesta que el día anterior la hizo dejar todo y mirar a través del negro de aquellos ojos.

-¿Quieres desayunar? Preguntó el pero no hubo respuesta. Ella quería llorar aun a sabiendas que el día anterior había sido unos de los mejores días de su vida y este llanto que ahora reprimía no tenía relación alguna con ser feliz. Cuando lo vio salir con su sonrisa encantadora para contestar una llamada del teléfono que estaba en otra habitación y no dejaba de sonar, se levantó de la cama desesperada y en silencio, se vistió con rapidez sin hacer ruido, buscó la puerta de salida intentando camuflarse entre el blanco perfecto de las paredes. Intentaba no dejar el alma en aquel espacio pero ese fue el único movimiento imposible y en su interior no había más que un grito de un ruido que parecía eterno.

Sábado.
Cuando vino con mi café en la mano lo pensé  antes de aceptarlo ¿Estaba permitiendo que  el tren me dejara por un tipo que no conozco? Podría perder el trabajo que odio pero me da comer. No odio el trabajo, en realidad odio a las  personas que están ahí, egocéntricos, elitistas, consumidores empedernidos del capitalismo... y a quien quiero mentir si también odio aquel trabajo.
 ¿Cómo puedo pensar en irme a pasar el día con aquellos depredadores en vez de aceptar este café con esta persona que aparenta ser maravillosa? Una pregunta estúpida pero que me sirvió para justificar que me quedara.
Si, tenía diez años mas que yo, una ternura tan tierna que horrorizaba, me miraba como si me conociera y yo necesitaba repetirme que estaba punto de llover como una única salida a mi favor antes que fuera demasiado tarde. Suelo enamorarme con facilidad y suelo evitarlo antes que suceda. Se lo dije sin pensarlo una vez mas. -Ha sido una tarde interesante pero está a punto de llover y no me gustaría mojarme. El sonrió con la boca más para la derecha que para la izquierda como de una sensualidad por naturaleza.
-¿No sabe cuál es el verdadero significado de la lluvia? Dijo el.
¿De qué me podía estar hablando? Ni siquiera estaba lloviendo. Me parecía un tipo inteligente, físicamente atractivo, tal vez demasiado y de unos ojos penetrantes pero con tanto misterio que me desesperaba un poco. Creo que no pude disimularlo y el lo vio reflejado en mi cara, aún así sonrió.
-Supongo que no, que no lo sabe.
Agarre mi cartera. ¿Qué hacía yo dejando de trabajar cuando a duras penas llegaba a pagarme un café? Por Dios, a veces puedo ser tan estúpida, sentir que por fin voy aceptar una persona y el será ¿Qué será qué? Es un tipo que debe hacer lo mismo con cada mujer que se encuentra y quien sabe si tanta sensualidad no es para todos y también lo hace con otros hombres, porque este tipo de hombres es así, sienten que deben acapararlo todo y el resto del mundo debe ser espectador de su belleza y encanto. Bien por el, la diversidad y el show business como estilo de vida también ha de ser placentero. Además no me creo que pretenda una simple conversación, quien sabe si no es un asesino que usa el físico como gancho para la presa.
Empecé a escandalizarme internamente  -Me tengo que ir. Le dije. Ya tenía mi cartera en la manos pero mis piernas estaban tan pesadas que me costaba levantarlas del piso. Me pare fuerte... ¡digo fuerte! Me pare torpemente y por supuesto, tiré al piso todos los sobrecitos de azúcar.

Podrá pensar que soy una maleducada pero si me bajaba a levantarlo del piso le estaría dando tiempo para que me convenza de que me quede. Lo mire y aunque luche contra eso no pude evitar sonreír. Salí tan rápido como pude y en la siguiente cuadra la misma mano se posó sobre mi hombro.
 -Una dama no debe pararse de una mesa sin despedirse.
 -Lo siento mucho, me habrás confundido entonces, yo no soy una dama, yo soy una simple mujer que no intenta ser mas correcta que lo que su naturaleza le permite y como comprenderás me he criado entre el ruido y el desorden, tal vez esperabas algo mas de mi, ahí tienes una razón para dejarme y seguir caminando sola y continuar tú con tu propia búsqueda de la mujer perfecta.
 ¿Por que tenía que sonreír para todo? ¿Y cómo era que mis ojos no podían evitar mirarlo mientras lo hacía?
 - Discúlpeme, mi intención no era ofenderle, una dama no se mide por sus modales, sino por lo que pesa su cuerpo.
 Pare en seco, no sabia si me estaba llamando gorda y en cierta medida me molestaba como hablaba este tipo, parecía que había nacido en otra época.
-Perdón, no entiendo si me estás diciendo gorda y tampoco la razón de tu insistencia. Mira, eres tan encantador que hasta molesta. Yo ahora tengo muchas cosas en la cabeza y también me estoy comportando de manera extraña porque me has retenido, pero al mismo tiempo me estoy yendo como una grosera, tal vez en otra ocasión coincidamos solo que ahora tengo un cargo de conciencia por haber faltado al trabajo y eso no me permite disfrutar la tarde. Si me lo permites, debería llegar a casa y averiguar si aún estoy empleada y continuar haciendo lo que me corresponde, gracias por el café.
- Te responderé por partes, el peso de una mujer define a la dama, dama en mi vocabulario probablemente difiera del uso común en el resto de las personas. Una dama representa la feminidad, para que ésta sea suceda debe estar rodeada de viento, el viento comúnmente  se posa en las plantas de sus pies para levantarla del suelo y entonces sublevarla entre el resto. Es es una cuestión de belleza. Esa belleza la vi en usted en el movimiento del cabello, en la sutileza de sus manos mientras escarbaba en su cartera. Con la única diferencia que el viento que la levanta a usted del piso no está en la planta de sus pies, está en las comisura de sus labios cada vez que sonríe.
Por otro lado si ha faltado al trabajo no ha sido únicamente por mi o por el café que le he ofrecido, las acciones que cometemos representan el deseo de lo que queremos hacer. Mi presencia pudo empujarla a hacerlo, pero no fue mas que  el impulso que estaba usted buscando. Iba tarde y paró por un café, inconscientemente ya estaba buscando el conflicto para lograr la perdida,  como bien sabe usted, el universo conspira a su favor si lo que se desea es tan fuerte que se vuelve energía. En conclusión porque no quiero aburrirla, ha pasado lo que deseaba, incluso esto, que yo aun siga al lado de usted. No debería tener miedo, no estoy aquí con intención de conquistarla o hacer lo que no quiera. La he visto y sentí que debía compartir mi cafe con usted después de llamarme tanto la atención lo mucho que podía usted volar.  Puedo ser pesado y reconozco que adopte la manera de hablar de mi padre y con los años me parezco mas a el, si realmente lo desea, la dejare en paz para que continue con sus obligaciones aún así no sea el deseo de su corazón. De todas formas, habrá sido un café el placer de haberla acompañado...

4/5/2016

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